Cada uno de nosotros posee el potencial de tener una vida victoriosa. Dentro de nosotros yace la habilidad de vivir con valor, de tener relaciones satisfactorias, de gozar de buena salud y prosperidad, de sentir y mostrar compasión verdadera hacia otros, y de tener el poder de enfrentar y superar nuestras dificultades más profundas.
Lo imprescindible para vivir una vida victoriosa es pasar por una transformación interna que nos permita hacer resaltar nuestras mejores cualidades humanas y cambiar nuestras situaciones. Este proceso es una revolución de nuestro propio modo de ser, una revolución humana individual.
Imagínese esta situación:
Tal vez usted se siente menospreciado en su trabajo. Quizás su jefe sea conflictivo o no lo toma en cuenta. Al poco tiempo, usted llega a sentir resentimiento. Aunque usted sea un experto en ocultarla, de vez en cuando la negatividad surge repentinamente con gran fuerza. Tal vez sus compañeros de trabajo o su jefe le perciben como alguien que no está completamente dedicado al éxito de su trabajo o que tiene una actitud negativa. Por supuesto existen innumerables y válidas razones para su punto de vista. Pero, cualquiera que sea la razón, usted pierde las oportunidades para avanzar debido a sus malas relaciones interpersonales. Ésta es una situación típica en el ambiente laboral hoy en día.
Ahora supongamos que usted empieza a llegar al trabajo con una nueva actitud, que no es solamente un ajuste mental sino una nueva perspectiva reforzada por un sentido profundo de vitalidad, confianza y misericordia, y fundada en una seria autorreflexión. Debido a su nueva comprensión, usted trata a su jefe y su situación de un modo distinto, ofreciéndole apoyo, y a la vez está menos desanimado por cualquier negatividad que él o ella exhiba contra usted.
Su supervisor empieza a mirarle con otros ojos. Nuevas oportunidades se presentan.
Obviamente, éste es un ejemplo muy sencillo y muchos de nosotros diríamos que es algo natural de hacer; sin embargo, vivir de esta manera todos los días requiere un cambio básico en nuestros corazones y carácter.
El catalizador para experimentar esta revolución interna es la práctica del budismo tal como lo enseñó Nichiren Daishonin. Nos provee el acceso inmediato al potencial ilimitado inherente en nuestras existencias y por el cual podemos triunfar en la vida. Para un budista, la auto superación y el mejoramiento de sus circunstancias son coexistentes.
El budismo nos revela que cuando ayudamos a los demás a vencer sus problemas, se expande en nuestras vidas. Cuando nuestra capacidad aumenta y se fortalece nuestro carácter, el origen de nuestros problemas llega a estar bajo nuestro control.
Debido a que hacemos un cambio interno, la relación con nuestros problemas también cambia, encontrando así soluciones positivas en un número de maneras asombrosas pero a la vez tangibles.
La vida siempre cambia, de momento a momento, continuamente. La única constante en la vida es el cambio. Nuestra vida es un continuo fluir, y mientras que en un momento podemos tener el valor para conquistar al mundo, en el próximo podemos estar abrumados por el más mínimo acontecimiento. No obstante, por nuestra práctica firme y diaria, siempre fortalecemos nuestra voluntad y habilidad de tener una vida de triunfo.
Ser victorioso en la vida, sin embargo, no significa ni carecer de problemas ni evitarlos. Ser humano, casi por definición, quiere decir que constantemente debemos enfrentarnos con desafíos. La felicidad auténtica o la victoria en la vida es tener los medios para afrontar cada obstáculo, vencerlo y hacernos más fuertes y más sabios mediante este proceso. Dentro de cada ser humano yace un arsenal de todas las cualidades necesarias para abordar cada problema que se nos presente. El budismo es el vehículo que nos permite acceso a dicho arsenal y que desencadena nuestro poder inherente para enfrentar todos los desafíos de la vida y ganar.