Por supuesto. El Gohonzon nos permite concretar todas nuestras oraciones. Cada una encuentra su respuesta. Nichiren Daishonin escribe:
Aunque uno pudiera apuntar a la tierra y errarle, aunque pudiera ceñir el cielo, aunque pudiera cesar el flujo y reflujo de las mareas y el Sol se elevara por el oeste, jamás podría ocurrir que las oraciones del devoto del Sutra del Loto quedaran sin respuesta.
Nuestras oraciones obtienen respuesta, con más certeza aún con la que el Sol asoma cada día por el Este. Esto concuerda con las leyes del universo. Por lo tanto, lo esencial es que los practicantes del Sutra del Loto -es decir, de Nam-myoho-renge-kyo- estemos realmente poniendo en práctica las enseñanzas del Daishonin. Josei Toda solía decir: «Obviamente, cuando uno golpea una campana, obtiene un sonido muy distinto según sea que la sacuda con un escarbadientes, con palitos para comer, con un badajo... La campana es siempre la misma, pero si uno la golpea con fuerza, resuena potentemente. Si uno la golpea con vacilación, el sonido será débil. Lo mismo puede decirse del Gohonzon. El beneficio que recibimos depende íntegramente de la fuerza de nuestra fe y nuestra práctica».
Pero aunque uno dice que las «oraciones encuentran respuesta», en el Budismo de Nichiren Daishonin la concreción de nuestras aspiraciones no se produce en forma mágica o gracias a algún poder oculto. No es que hay un dios o ser iluminado en un reino distante, que se apiada de nosotros y nos concede lo que queremos. Así como hay leyes físicas que gobiernan la electricidad, y que el ingenio humano ha aprendido a utilizar en bien práctico, el Budismo ha descubierto y revelado la ley de la vida y del universo. Así como la luz eléctrica se inventó a partir de las leyes de la electricidad, Nichiren Daishonin inscribió el Gohonzon para nosotros, a partir de la suprema Ley del Budismo.
Hasta donde sabemos, sólo los seres humanos podemos orar, y lo hemos hecho desde los tiempos más remotos. Hemos orado al Sol, al Fuego, a las Montañas... Nuestra especie lleva milenios uniendo las palmas de las manos para orar a la Naturaleza en busca de seguridad y de felicidad. La oración expresa nuestra veneración al universo, nuestro temor reverencial ante las fuerzas que superan nuestra capacidad. La oración trasciende la lógica y la razón y el marco de lo científico. Y surge a partir de reconocer y percibir intuitivamente, la relación, la correspondencia, el vínculo que une al individuo con el universo. Unir las palmas de las manos en oración es una de las acciones humanas más nobles y dignas de respeto que pueda haber.
La oración es instintiva en el ser humano. Para dar un ejemplo, cuando nos vemos en problemas, instintivamente buscamos ayuda o protección. Ese instinto de protección evolucionó naturalmente hasta adquirir la forma de una oración.
Es importante que las oraciones sean específicas y concretas. Orar de una forma difusa y sin objetivos es como disparar una flecha sin apuntar al blanco. Cuando uno se dirige al Gohonzon, debería hacerlo con el deseo poderoso y apasionado de que su oración se haga realidad. Quien piensa: «Si invoco, todo tiene que salirme bien», más que orar, está cayendo en una simple expresión de deseos.